Todos nacemos con un caudal  o potencial de salud  determinados. De la misma manera que el arroyo fluye por su lecho, la salud circula por nuestro cuerpo bañando, nutriendo y manteniendo en perfecto estado nuestros tejidos. Pero a veces en ese arroyo caen algunas piedras o un tronco de árbol o se arremolina la arena… es lo que en medicina natural o en osteopatía llamaríamos un bloqueo, un lugar donde esa energía de salud queda atrapada por un obstáculo y ya no puede fluir libremente.

Esto puede ocurrir en cualquier nivel; en el físico, podemos sentirlos  en forma de tensión o dolor muscular,  pero también pueden ocurrir bloqueos en nuestro cuerpo energético, mental o emocional. Quiero con ésto decir que cualquier acontecimiento en nuestra vida (disgustos, preocupaciones, stress)  y no sólo los impactos físicos, pueden obstruir la libre circulación de esa energía de salud por nuestro organismo.

Como primera llave hacia la recuperación de la salud, podríamos muy bien utilizar la relajación, ya que tiene el potencial de liberarnos de esas obstrucciones en nuestra energía de salud.

 

Hacia la autogestión de nuestra salud

Y ahora viene la pregunta del millón. ¿Y cómo me relajo?

Existen cientos de técnicas y métodos de relajación. Unas dirigidas más claramente a lo físico,  otras a conseguir mayor calma mental, otras a mejorar el flujo energético , otras a conectar con planos de conciencia más elevados.

Pero para ir introduciendo una práctica sencilla que al alcance de todos, podríamos simplemente adquirir el buen  hábito de pararnos. De conectar más profundamente con nuestra respiración, de sentir más conscientemente nuestra piel, de escuchar con atención los sonidos que nos rodean o dedicar un rato a observar algo bello. Si conseguimos ir haciendo estos pequeños espacios a lo largo de la jornada notaremos rápidamente cómo vamos tomando las riendas del ritmo de nuestro día.

Pero sería aún mejor que reserváramos media hora antes de ir a dormir, encontrar un lugar tranquilo donde hacer unos suaves estiramientos que nos liberen de la incomodidad del cuerpo; luego tumbarnos y simplemente respirar lenta y profundamente durante veinte o treinta ciclos, aflojando toda la musculatura y quedándonos tranquilamente tendidos. Os garantizo un sueño mucho más reparador, especialmente si además cuidamos no ver demasiada TV o tomar excitantes como café o té.

Es realmente en esos momentos de calma, cuando nuestra energía de salud queda liberada al soltar nuestras tensiones. Literalmente quitamos las piedras del cauce del arroyo y puede entonces ocuparse de reparar y curar nuestro cuerpo.  Dónde va a invertir esa energía liberada es un misterio. La sabiduría innata que maneja nuestra salud la invertirá donde considere más urgente atender. ¿Te animas a descubrirlo?